Desearía ser un imán, parecido al sol, ser uno especial y
más que especial necesario, porque cuando camino solo,
porque cuando doblo la mirada y en la acera del frente
creo verme donde no hay más, pero no me veo, ni siquiera
con un esfuerzo de niño, pero en lugar de conseguir verme
veo el cuerpo, veo el alma, y es precisamente esa alma,
el alma de la humanidad; un solo cuerpo fragmentado
en trocitos disgregados por el mundo, que no es posiblemente
un afable señor con quien se pueda negociar sino
puro cascaron empecinado. Desearía ser aquel imán
porque la distancia existe y se divulga con increíble
naturalidad, habita nuestras palabras, vive en nuestros
ojos y nuestros propios cuerpos están hechos de esta
cruel causa, por eso en las noches, señor, señora, niño,
usted vuelca esa rabieta del tiempo y sale a pasear un rato
y crea locaciones blanditas con sus pensamientos, recuerdos,
preocupaciones, deseos, quedando la mayoría de veces
tan a gusto. El imán que he ideado debería unir a las
personas como limaduras de hierro hacia su objeto, estoy
seguro que se puede construir, durante mucho tiempo
alquimistas a la luz de lámparas hemos buscado el proceso
correcto para su elaboración, definitivamente han caminado
por la dirección equivocada, ni oro ni piedra lunar, ni cuerno,
en cambio han cambiado sus barbas por corbatines
y han fundado rascacielos de distancia, con una irrefutable tradición objetivante donde se construye la distancia, se
especifica, diagrama, y dosifica para que a nadie le falte
poca en actos, pensamientos y palabras; que son lo mismo al fin y al cabo que pensamientos. Digo que han buscado por la
dirección errada porque aún quedamos algunos cuya escuela
se mantiene y seguimos buscando el material adecuado,
porque es posible, pueden dedicar su vida a comprobarlo con la ciencia del caso, pero basta con confiar. Hace un tiempo pensé que este imán podría estar hecho de palabras cuya fuerza expresiva seria capaz de atraer a cualquier
humano apenas dotado de oído o vista, pero comprobé que la
mayoría de argumentos que necesitaba expresar no podían abarcarse con palabras puesto que no correspondían a experiencias cotidianas, luego intenté fabricarlo con lágrimas,
es difícil conseguir lágrimas que no estén hechas de distancia,
además de que las lágrimas sean material frágil y ambivalente; me frustra no conseguirlo porque he dejado postergados los demás asuntos y en mi taller chanco todo el día infinidad de aleaciones y a veces lloro. Y la razón de mis lágrimas siempre
es la misma, la distancia que envuelve cuanto posee un espíritu,
porque es un agua tan dura y nunca, ni tan solo un segundo
deja de doler; ni siquiera soy capaz de vencer esta distancia
cuando desde el otro lado me la arrojo y levanto un espejo
que duplica esa distancia o amargamente la multiplico por
seis. Al fin me he dado cuenta que no es aquí donde debo
elaborarlo, sino allá, adonde viajo a la muerte de un santo,
por eso estoy feliz, sin embargo aún debo encontrar la
manera de destruirme, osea a Jonathan, para levantarme
y ver, allá, donde el bien y el mal, son características del ser,
últimamente ejecuto una especie de guerra interna contra mi ego, lo aniquilo hasta pulverizarlo, entonces se abre la puerta,
pero no se preocupen, nadie sale herido, más bien es una vieja terapia griega allopática en otro campo. Me acerco al pozo
donde decidí quedarme en la tierra para observar lo fantástica
que es la creación cuando no usas los ojos. Lo primero que debes aceptar de mí es que soy nadie y eso te atrajo, si no puedes asimilarlo estas muy lejos, si nunca has leído de mí y obviamente no estas leyendo lo que escribo es probable que este más cerca de mí y que yo sea tú, como aquellos que aceptamos nuestras diferencias, existe una gran distancia de tus rasgos a los míos, de tu nombre o idioma, es cierto, es contra lo que nos levantamos.
El imán que diseño se halla en el dorso de la existencia, mas me detengo, el tiempo corre con mareas vertiginosas, ya no soy un chiquillo impetuoso, pero heme aquí, aún luchando, por propio deseo, porque siempre salgo victorioso, tú-yo-nosotros.
martes, 29 de diciembre de 2009
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