Hace tanto...
Me gustaba sonrojar chicas estudiosas y vírgenes, llenar de ánimo a cualquier compañero tímido para asistir a los recitales del fin de semana, intercambiar discos y poemarios, llegar tarde a clase y salir más tarde, olvidar el pitt pastel, faltar los días lunes, leer literatura botánica en el micro, llegar al billar de la trece en lugar de a mi casa y jugar pierde-paga con mis amigos hasta la medianoche, relajar a los desesperados con tópicos budistas, estar presto a cualquier plan inesperado, fumar con los chicos de las esquinas y quedarme mudo para esconder mis excentricidades, encontrar el zen de simples canciones, no ahorrar palabras buscando un mejor momento, caminar a la deriva sin compañía, quedarme en el centro hasta la noche, fumar en el patio hasta la luna llena, tener predilecciones, ser respetuoso y detallista, cantar con mi voz desentonada, temer a las citas a último momento, ser lanzado con chicas que no besan en la primera cita, comer torta de chocolate con mi amiga, estar melancólico con mis amigas y luego matarnos de risa por cualquier juego de palabras o citando estereotipos recurrentes, ser un romántico existencialista, jugar al religio amoris con mis primeras enamoradas y luego ser un chico pseudo duro buscando motivos para sensibilizarse, arrastrar las palabras y hablar muy rápido, ser más locuaz y espontáneo, tener el cabello cubriéndome los oídos hasta los hombros, aturdirme al pasar solo ante un grupo de chicas, ir a los conciertos de las bandas de mis amigos, tajear los muros, escribir cuentos que ahora me avergüenzan, sí, como sucederá con esto que escribo.
jueves, 17 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario