Hoy he vuelto a encontrar las señales, esas señales que tanta preocupación nueva me traen, por si no fuera mucha. Siempre sucede de la misma manera, sobre todo cuando eres así de despistado, el mundo sincrónico que lleva la montaña a Mahoma, aquel verano todas las señales apuntaban hacia ti y supongo que debe ser igual con cada uno, los que entienden de señales y los que no, pienso que siempre hay un amor que divide tu historia amorosa en un antes y un después, ahí estabas tú, tan fácil de amar, conquistando a cuanto se pusiera en tu delante y parece ser que me viste así extrañado y te dijiste, este chico me gusta, le falta un gran amor, escribiré mi nombre, justo en el medio de su vida.
Ha pasado tanto tiempo y aún me es posible recordarte de vez en cuando y ser feliz repasando los momentos de felicidad que le robamos al tiempo, aunque no quede mucho de ellos, y hace mucho hallamos dejado de ser los que conocimos, me es triste saber que tu dejaste de serlo casualmente, mientras yo me empeñé en ser distinto, porque ya no tenía sentido empeñarme en vivir la misma etapa cuando tú, la protagonista, ya no estabas.
Solías quitarme el sueño por las noches y dejarme sin palabras, a mí, que soy tan verbal, amigo de las palabras y los cuentos, como dicen las demás, las demás, ninguna como tú, aunque me hallas olvidado, es fácil deducirlo, el tiempo que pasamos juntos ahora es insignificante comparado con el tiempo que pasamos con otras personas, mejor o peor, nuevas etapas requieren nuevas disposiciones, parece haber sucedido hace muchas vidas.
Y como le digo a las demás, existe tanto tiempo en el tiempo, demasiado, pero las personas que amamos poco están aunque mucho nacen, mucho nacen; y mirar las estrellas bajo la noche de verano acompañado por el tabaco que se asienta en mis pulmones melancolizándome
como al océano con mareas que nacen desde el ayer destinadas a destruirme el corazón, porque entre esas estrellas que contemplas tan cercanas, colgadas del firmamento y en una misma constelación existen millones de años luz y pensar que estamos los suficientemente lejos para observarlas a una pulgada de distancia.
Te imagino despertando, abriendo esos grandes ojos que para mi vida se han hecho tan legendarios, envuelta en no sé qué pormenores, dirigiéndote hacia tus deberes, mientras yo aquí, al otro lado, habiendo renunciado al amor, vivo mi vida, casi como antes, pero diferente, habiendo conmovido a Dios. Uno de estos días te encontraré, no importa en donde estés, y podremos pasear
y reír y hacer el amor, pero desde la punta de los dedos, ahora yo te enseñaré.
Hoy he vuelto encontrar las señales, me pregunto si ella te agradaría, apuesto a que no puede hacerme olvidarte.
Esa es nuestra regla.
martes, 29 de diciembre de 2009
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